domingo, 14 de enero de 2018

Sin más.

Pasado imperfecto.
Errores encadenados.
Perseguido por las consecuencias,
del mal hábito que costó erradicar.

Ahora, con más miedo que nunca,
de perder lo mejor que he encontrado,
ya no me escudo, ni me protejo.
Para qué, ya lo hice una vez
y la armadura, por dentro, me hizo más mal.

Seré inocente hoy, pero no tonto.
Las inseguridades se rifan mis días
y tratan de hacerme caer.
Atacan como preguntas, que ya no son ataques.
Son preguntas, simples,
aunque conlleven repercusión emocional,
en todo aquel que escuche la respuesta.
Sea esta la que sea, no depende de un pasado
que no puedo cambiar.

Por fortuna, hoy no miento,
guste o desencante, mi defensa es la verdad.
A veces me hace parecer un poco lelo,
porque un poco lo soy,
y esa es otra gran verdad.

Si me vas a querer, que sea así.
Si ya lo hacías, súmate a confiar.
No tengo todas las respuestas,
en los test, ni en la vida real.

Y si te digo que te quiero, créetelo,
pues es de verdad.
Tanto como que si te tatúas un tribal,
te tendré que decir qué mal.


(Perdón por el final. Pero es que qué mal).

martes, 22 de noviembre de 2016

Aprender a saber.

Cada día siento más. Veo más y con ojos frescos.
Cada semana aparecen novedades que instantáneamente tornan en antigüedades.
No estoy seguro de si es el alma, o el cerebro, quien elige qué guardar para el futuro, qué emborronar y qué tirar. 
Siguiendo un criterio puede que cuestionable.
O puede que no.

La vida no para, no se puede.
Pero lo que sí podemos (y debemos) es marcar un ritmo.
El tuyo. Y el nuestro.
Gracias al cual, saber funcionar.
Como no irías a 120 km/hora por un callejón, para evitar el accidente; es mejor en la vida tropezar y caer, pero no estrellarse y lesionarte.
Las secuelas pueden ser demasiado duras. 
Aunque sean la mejor lección.
La más definitiva.

Siempre podemos seguir aprendiendo, si queremos.
Porque, aunque la vida enseñe, los hay que la ignoran. 
Volverse transparente a la realidad puede ser peligroso.
A veces relajante.
Pero dañino en exceso.

Saber no tiene que significar luchar. Ni sufrir o llorar.
Distintas motivaciones nos acompañan según el momento.
En un cuerpo que es una máquina compleja.
Posee muchas piezas. Pero no demasiadas.
Falla.
Está lejos de la perfección. Y lejos de conocer toda solución.

Yo elegí saber. Creí acertar.
Pero erré.
No supe elegir qué saber. Pues hay tipos.
Y me dejé llevar.
Ilusamente.
En uno que fue más grande que yo.

El saber sí ocupa lugar.
Aquel que nos quitó para asentarse.
El tiempo que requirió aprenderlo.
Y las nuevas puertas que nos brinda.
Él es responsable de quienes finalmente somos.

A valorar queda, si habría que coleccionar saberes como películas favoritas.
Libros leídos. O cds escuchados.

Puede que exista el diógenes del saber.
Cuando se pierde la perspectiva. 
Puedes saber mucho y, aun así, saber poco.
Ser sabio en un tema, o varios. Pero ignorante en la felicidad.
Porque aprendiendo, a lo mejor no piensas.
O sí piensas, pero no razonas. Y repites tus errores.
Empeorándolos.

Queda ahora decidir.
Qué deberíamos todos saber, para alcanzar nuestra propia autorrealización.
Si es lo mismo.
O difiere en la persona, el grupo o el planeta.

Aconsejaría no cerrar puertas. 
Ningunas de las que día a día se abren.
Las oportunidades abundan, también en los días negros.
Y con ellas, saberes que transforman.
Evolucionan.
Nos hacen.


domingo, 15 de noviembre de 2015

15 de noviembre de 2015.



La información es poder. Es culpa, vergüenza y tristeza, pudiendo ser también orgullo, felicidad como fuerza para mejorar. Las noticias internacionales hoy me lo vuelven a recordar. 


En pleno siglo XXI, dependiendo de la zona en que te haya tocado nacer, tu vida puede ser diametralmente opuesta a la de otro habitante del planeta. Así ha sido siempre y las expectativas no invitan a que esto cambie en un futuro próximo.

Mis preocupaciones y problemas, por leves que resulten en comparación a los de una persona en situación de pobreza, me afectan en mi día a día. Se me cae el pelo, estoy ausente, no puedo dormir y mis capacidades se ven reducidas. No me estoy excusando, es la realidad.

Pero ocurre que, cuando salgo de mi burbuja y la información referente a las situaciones de aquellos otros cohabitantes de mi planeta que viven situaciones de terror, llega a mí, me siento responsable, culpable y avergonzado. Horrorizado. Y lo que más, triste.

Vivimos en una sociedad realmente egoísta. Si permitimos que especuladores y personas desalmadas nos roben diariamente, a nosotros, nuestros vecinos y familias, tanto dinero como derechos… ¿cómo vamos a actuar para defender a aquellos que tienen todavía menos y que se encuentran a miles de kilómetros de distancia?

Muchos pensarán: “En España hay niños por debajo del umbral de la pobreza, ¿cómo vamos a poder socorrer a otros que en un principio tan sólo minarán nuestros recursos todavía más? Familias se quedan en la calle porque sus deudas les superan, ¿acaso mis impuestos deben ayudar a refugiados de otros países en lugar de a vagabundos en mi propia ciudad?”. 

No soy ningún experto, pero no hay que ser ningún lince para encontrar errores en nuestra política de los últimos años demasiado grandes y corregibles. Profesionales politólogos y economistas esconden una realidad mucho más optimista y lógica de lo que creemos, tras palabras y discursos vacíos de preocupación o alma. 

Pisoteamos nuestra potencial solidaridad todos los días. Los seres humanos somos sociales por naturaleza, todos conocemos esa frase. Nos sentimos mejor cuando ayudamos a otra persona que cuando tiramos el dinero por una televisión nueva. Pero en cambio es lo segundo aquello que no dejamos de hacer. ¿Por qué? Lo repito, no soy ningún experto y no lo sé, por favor contestadme si lo sabéis.

Contamos con los recursos para mejorar las cosas. Podemos crear trabajo y de calidad en nuestro propio pueblo, ciudad y país. Podemos conseguir el dinero para investigar en enfermedades, para ayudas sociales y crecer. Sabemos que cuando queremos, podemos conseguir aquello que nos propongamos. Pero se nos olvida a diario.

Deberíamos dejar de pensar como personas que sólo se preocupan de sus propios problemas. Porque si lo hiciésemos, aunque fuese un poquito, aprenderíamos de los demás, conoceríamos experiencias que nos ayudarían a madurar e implementar nuestras vidas. Necesitamos abrir nuestras mentes y mirar más allá. Ver el poder que hay en todo aquello que nos rodea para aprovecharlo y poder tomarlo como una ventaja más.


Demasiados días siento una impotencia enorme que me incapacita para poder cambiar las cosas. Cosas en mi vida, en la de aquellos que me rodean y en la sociedad que me ha tocado vivir. No veo posibilidades y considerando mi edad, me apena haber abandonado tan pronto.
Trato de no empeorar nada cuando lo que debería intentar es mejorar todo.

Tampoco soy un iluso que cree que todas estas abstractas ideas sean fáciles. Si lo fuesen no estaríamos donde estamos. Perdiendo un estado de bienestar a partir del cual deberíamos mejorar en lugar de retroceder. Viendo como gobiernos elegidos democráticamente financian guerras por intereses que no benefician a sus ciudadanos. Mentiras, programas electorales y empresas que mueven millones, ausencia de inversión en el futuro y el presente. Nuestro único planeta se va a la mierda pero nos preocupa más poder llegar antes a un trabajo en el que nos explotan.

Me alegra que tras haber recibido hoy varias dosis de información que seguramente hubiesen tumbado mis ánimos, mi cerebro haya optado por querer ver esperanza allí donde parece que poco se pueda hacer. Porque con menos se han logrado heroicidades. España, Siria, Francia, Egipto, México, Marruecos, China, Colombia, Mozambique, Corea del Norte, Grecia, Irak, India, Tailandia, Ecuador, EEUU, etc. ETC. ETC. 

Se puede lograr un mundo mejor porque hay demasiado que se puede mejorar. No deberíamos tener miedo de lo que nos dicen, sino ser lo suficientemente inteligentes como para saber elegir a qué debemos hacer frente.

Yo creo.

viernes, 24 de octubre de 2014

Sucesos que te quitan la mala hostia.

Tras tres semanas demasiado intensas para mi gusto, con varios días en los que entras al hospital de noche y sales de noche, cambios, deficientes horas de sueño, pocos minutos de auténtica calma y menos aún que dedicar a tu persona, hay acontecimientos que te permiten coger aire en medio del no parar.


Sucedió ayer, y tenía el nombre de Jamie Cullum en el teatro Circo Prize de Ronda de Atocha, en Madrid. En la gira de presentación de su nuevo disco Interlude, este maldito genio del piano, inglés, se dejó caer de nuevo por España. Muchos años han tenido que pasar para que pueda verle en directo, y qué gran error haberme perdido tantos directos suyos, desgraciadamente.

Jamás olvidaré los días que se me metieron en la cabeza estos versos:

“She’s a melody, that I’ve tried to forget, but I can’t
It still follows me, WHEN I WAKE IN THE DEAD OF THE NIGHT!”,

Todos los  días previos a mi Selectividad y durante la misma. No podía dejar de tararear esta canción ni mientras repasaba entre examen y examen, hace ya más de 4 años.


En verdad nunca había conseguido entradas para poder verle, básicamente por el amigo dinero, que demasiadas veces anda ausente en nuestras vidas. Pero qué gran error, porque cuánto vale la pena. Cuantísimo, tanto como todo lo que me arrepiento yo ahora de que este haya sido mi primer concierto suyo. Obviamente, un precio de 40€ me parece abusivo y no acabo de comprender semejante dineral en España. Hasta que recuerdo que vivo en España, claro, y que las cosas funcionan así. Del mismo modo que Juego de Tronos no volverá a grabarse por castellanas tierras, aunque ese sea otro tema.

No me considero un clásico fan del jazz. Tampoco estoy seguro de cuál sea el auténtico término en el que se clasifique a la música de Jamie, puesto que sí que tengo claro el que es mucho más que un género. Pero desde el primer CD suyo que yo escuché, llamado Twentysomething, no he podido abandonar la carrera de este señorete de 35 años tan bien llevados.

Dio un concierto, para mi gusto, breve. Puesto que no podía dejar de pensar en lo que pagaría por escuchar en directo cada una de las canciones de su entera discografía. Qué bien canta, joder. Qué bien entona, qué bien toca y qué bien salta desde pianos.


Como es normal en todo concierto, siempre se echan de menos ciertas canciones de discos anteriores, pero en este caso se puede perdonar (en parte) gracias a que Interlude es verdaderamente una joya musical. Aunque... en serio, I’m all over it. Estoy casi seguro de que el suelo del Circo Prize se habría hundido de la alegría de la gente que allí nos encontrábamos.

Uno de los momentos que más me llegó fue cuando surgieron notas de Blackbird de su piano. Una canción que significa mucho para mí, como supongo para tantas otras personas. No son sólo por los Beatles y aquella época tan inocente cuando no podía dejar de escucharles; es mi primera canción que aprendí con arpegios a la guitarra, la única que verdaderamente ha sabido enseñarme a tocar Ele, y muchas cosas más que no tienen cabida en una reseña sobre Jamie Cullum. Jé.

Se apreció el detalle de no ser un concierto en una súper sala abarrotada de gente. Lo hizo más íntimo y personal. Primero se paseó él entre todos nosotros, para luego, permitirnos llegado el momento, abandonar nuestras butacas y acercarnos hasta el escenario a compartir la experiencia con él.

Espero repetir en un futuro. Y lo recomiendo. Porque yo he empezado mi jornada de viernes de 8 de la mañana a 9 de la noche con mucha más energía de la prevista y eso es algo muy mágico.

La buena música, en directo, se goza. Estoy ansioso por los próximos conciertos para los que tengo entrada. En enero, la BSO de El señor de los anillos en el Auditorio Nacional, y en mayo, otro concierto de Vetusta Morla, quienes estoy seguro de que no decepcionarán.



Las fotos corren a cuenta de Javier Marín, quien acudió también al concierto y me ha dejado compartir disparos de su propia cosecha. Os dejo su twitter, en donde compartió el álbum completo del evento: _JavierMarin.

Gracias a todos, a Ángela por las entradas, a Lorenzo por el paseo en coche de puerta a puerta, y a Ele por quitarse la espinita de ver a Jamie conmigo.


lunes, 26 de agosto de 2013

Noruega

Se dice, arriesguemos, en la calle, que España va mal. Sigue mal. O que es nuevo que va mal. Y como va es de culo y en diagonal.

Este año me toca empezar mi cuarto año de carrera. De seis. Y debería dar gracias por no estar aún en el actual mundo laboral español, desesperanzador, esclavo y patético. Porque de momento mis padres pueden permitirse pagar mi carrera sin apuros y mi auténtico trabajo todavía es estudiar. Soy privilegiado.

El caso es, que hasta dentro de todavía unos años (o eso dicen los periódicos), no nos toca salir de la crisis. Esta crisis en la que nos hemos metido los españoles como creídos adinerados hasta hace nada, sin darnos cuenta de que habitamos un país inerte y sin materia prima, pensando que trabajar más en levantar casas que ideas nos iba a durar para siempre.

¿Y qué hago yo cuando termine mi carrera? ¿Me busco un trabajo en el que se abuse de mí por un sueldo ridículo pero que me permita pagar un alquiler? Porque desde que hacemos olas a los mileuristas es como nos va. ¿Recordáis aquellos años de bonanza, cuando un ingeniero, un médico o cualquier otro licenciado cobraba bastante menos que un mezclador de cemento? Esa es la España rica. La justa, lógica e intelectual España de siempre.

Y en esa España, siempre les irá mejor a quienes menos debe.

Tuvimos una oportunidad, allá por el 15M, cuando pareció que los españoles (¡y en concreto los madrileños, adoradores incondicionales de obras inútiles y faraónicas!) íbamos a hacer algo. Íbamos a dar ejemplo al mundo sobre cómo se organiza un movimiento de protesta social. ILUSO DE MÍ. Un español que quiere que su país vaya bien mediante el pacifismo, la educación y el debate... ¡es una mierda de español! Y un rojo, he de añadir. El verdadero español es el que vota al PP porque desde que tiene retrete para cagar en casa, su vida no puede volverse más lujosa.

La vida es un lugar hostil, en donde la picardía y la inteligencia te salvan en multitud de ocasiones. Han de ayudarte a avanzar. Pero no es el caso del español. Es España lo que te salva es el morro y el egoísmo. El desprecio al que tiene menos que nosotros, sin preocuparnos por sus derechos, situaciones, ni vidas. ¿Empatía? Para maricones.

No os vayáis a pensar que odio a los españoles. Además de que España está en crisis, también se dice que uno critica aquello que más quiere, ¿no? ¿O me lo invento?
Simplemente estoy hablado sobre lo que sé. Desconozco muchas de las lacras que envolverán a otros países, pero desde luego conozco las de aquí. Soy consciente de estar dejándome muchísimas de las cosas buenas que tenemos y que, por supuesto, adoro. Pero no olvidemos que internet está más para criticar que para cualquier otra cosa.

La verdad es, que desde que me volví veinteañero, me pesan más los contras que los pros a la hora de vivir en España. Mucho tendrían que cambiar las cosas para que en unos años a mí se me ocurriese formar una familia aquí. Porque en la busca de la estabilidad del primer mundo, España está retrocediendo a pasos agigantados. Recortes en educación. Recortes en sanidad. Recortes en cultura. Recortes que me hacen plantearme muy seriamente el irme lo antes que pueda.

Si no tuviésemos el historial que tenemos en cuanto al no luchar nada de nada por nuestros derechos, puede que me quedase. Pero no me vale la pena el esfuerzo. Mi cabeza me impide poner empeño en intentar cambiar unas cosas que parece que pocos más quieren cambiar. Estuvimos casi medio siglo bajo una dictadura que sólo terminó cuando la muerte fue a llamar a la puerta de ese elemento analfabeto. Y todavía los hay que respetan y vanaglorian esos tiempos. Bajo ninguna ética o moral. Porque sí. Porque ser deficiente, está de moda.

Me da pena que, aún siendo ahora la época en que es más fácil estar informado sobre el funcionamiento del mundo, estemos tomando todas las decisiones equivocadas. Ese es nuestro error como seres humanos. Error con el que por supuestísimo colaboran nuestros actuales gobernantes, a quienes un país de imbéciles conformistas es lo que mejor les puede venir. Pero me niego a sumarme a ese rebaño.

En mi búsqueda por encontrar un país en donde mis intereses y forma de vida mejorasen, comencé a hacer algo muy simple (coaccionado en parte por mi bonita novia, a quien le encantan): ver programas de Españoles por el mundo. En ellos, por mucho que se adornen en ocasiones determinadas escenas, aparecen las opiniciones de personas españolas que, con un buen par, han emigrado a otro país en el cual se han instalado, y que te cuentan cómo lo lograron, lo que hacen, y la entera experiencia de su aventura.
Admitiré que tardamos poco en localizar nuestra próxima meta: los países nórdicos. Noruega, Dinamarca, Suecia o Finlandia. ¿Mucho frío? Sí. ¿Muchos impuestos? Mejor aprovechados. ¿Sol? Poco. ¿Perfectos? No, pero mejores. ¿Y me han convencido? Ya te digo.

El porqué puede que sea más difícil de comprender, puesto que para nosotros, habitantes de España, por mal que estén las cosas siempre sabríamos manejarnos con más facilidad aquí. Pero las ayudas a estudiantes, a padres, la educación, las oportunidades que allí hay... Me atraen. Me atraen mucho. Es uno de los países con mejor calidad de vida del mundo. También de los más caros, pero aún de ese modo son mucho más justos. Perfeccionar mi inglés y aprender el idioma local me parecen lo menos difícil de todo. Minucias por una vida mejor.

Esto es pura especulación sobre mi futuro, pero admito que el pensar que fuera hay mejores oportunidades de vida, por mucho que cueste conseguirlas, me da esperanzas. Si España, con su extroversión, sus ganas y sus personas, aprendiese las buenas maneras de países como Noruega, estaría  más que encantado en formar parte de ella. Pero mis ganas y esfuerzos por cambiarla terminaron hace ya tiempo. Poco más voy a hacer que ser como creo que más o menos las buenas personas son. Ética. Y sentido común. Nada más.

Buen 26 de agosto de 2013 desde Madrid.

jueves, 15 de noviembre de 2012

¿Tan difícil es?

Me considero una persona preocupada por su país. No, no veo las noticias todos los días, ni tampoco suelo leer en el periódico más que los artículos que me interesan. Pero me preocupa.

Espera, ¿me preocupo por mi país o me preocupa mi situación en él?

Contextualizaré un poco. Este verano, estando en la playa, nos pasamos toda una noche en la que supuestamente  íbamos a salir de fiesta, hablando. Hablando de formas de salvar el mundo. No solo España (porque no hay cosa más fácil que salvar España), salvar EL MUNDO.

Y es que llegó un momento en que tuve que coger el portátil y ponerme a apuntar todas las brillantes ideas que se nos estaban ocurriendo. Admitiré que algo de alcohol corría por nuestras venas, pero creo pensar que era la cantidad exacta. La justa y necesaria para poder llegar a conclusiones simples y perfectas, todas ellas basadas en el sentido común.

Me atrevo a afirmar que las ideas eran tan buenas porque, meses después, las he revisado (100% sobrio) y aún me lo parecen. Y es que este mundo está corrompido. Esa no ha sido la única noche que hemos dejado de lado un plan para ponernos filosóficopolíticos. Y es que hubo más. Porque somos jóvenes, y aunque nos guste pasárnoslo bien, la penosa situación que nos vamos a encontrar cuando busquemos trabajo cada vez nos da más miedo. Porque se acerca y las cosas no hacen más que ir a peor.

Veréis, no hay cosa más valiosa desde mi punto de vista que el sentido común. El BUEN sentido común. Uno forjado en la educación, los valores, la ética y el respeto. Yo, ni de cerca me considero ciudadano modélico, que mi hipocresía llega hasta un punto. Pero dentro del popular egoísmo que nos envuelve (y en el que me incluyo) creo saber diferenciar entre aquello que está bien y aquello que no, aunque luego decida ignorarlo o no hacer nada al respecto. Por lo menos no obstruyo o impido las posibilidades de mejora.

Puede pensarse que el conocer los problemas de este mundo junto a sus posibles soluciones nos vuelva peores personas que aquellas que simplemente no conocen los problemas. ¿Pero es así?

Pertenezco a una clase media española. Media-baja, la de verdad, no la que se creen que tienen la mayoría de españoles mileuristas (o ni eso) que por tener retrete en casa, una mierda de hipoteca y poder bajar al bar todos los días sin ahorrar un duro al mes, creen poder votar al PP. Eso, aunque a muchos les sorprenda, es clase baja, sea cual sea la forma en que administres el dinero. Tengo 20 años, estudio en la universidad y me dan una paga para poder tener vida social. Quiero pensar que me han educado bien porque tengo personalidad, no derrocho ni ideas ni dinero, y me gusta razonar. De ahí viene que me disguste ver tantas soluciones a los problemas de las personas, pero tanta impotencia para poder hacer nada. No tengo poder ni capacidad para llevar a cabo los cambios que se me ocurren. Ni ganas, joder, no quiero estudiar Políticas cuando estoy haciendo lo que me gusta (que dejando mi humildad a un lado, bastante es). Y dudo que llegase a presidente del gobierno, aunque viendo a quien está ahora no resulte nada descabellado.


Vale, me lo está pidiendo el cuerpo, voy a entrar algo en política. Ayer fue la huelga general del 14-N. Yo LA APOYO. Me abstendré de hablar de los medios de comunicación por la pena que dan en la actualidad. Se merecen su propia entrada. Aunque ya no sé si dan pena de verdad, o la penosa es la gente cuando, mintiéndole tan claramente a la cara, sigue sin poder darse cuenta de lo que realmente pasa. El caso es que este mediodía vi en las noticias los vídeos sobre violencia policial y las opiniones de nuestros siempre queridos políticos al respecto, y necesito expresar mi opinión al respecto.

Hubo cargas policiales. Y hubo respuestas en su contra.

¿Le sorprende a alguien? Porque a mí no. Demasiadas manifestaciones llevamos ya en las que al final han aparecido los antidisturbios para que, sin motivos (lo siento con quien no esté de acuerdo, pero es así), desalojen a golpe de porra a todo ciudadano español de la zona. Ha habido heridos leves y graves. ¿Qué pasa, que hasta que no muera alguien no va en serio? Me sorprende que no haya pasado antes, el que hubiese entre los manifestantes personas preparadas de verdad para proteger a la población de los antidisturbios. Y anda que no es triste esto. Que de repente no sea la policía aquella que nos defiende de "lo malo". ¿Acaso vuelven a ser grises deficientes capitaneados por un gobierno dictatorial? Jé, la mayoría absoluta y el poder los tienen... (Junto a una población más tonta de lo que yo pensaba, lo cual también les ayuda mucho).

Hay 5 millones de parados. Hay familias en la más profunda pobreza. Desaparecen las becas. Desaparecen las ayudas. Los precios suben. Los sueldos bajan. El despido se abarata. Y lo público se privatiza. Pero la gran mayoría sigue pensando que las cosas no están tan mal. ¿Por qué, una población empobrecida del siglo XXI, se empeñaría en votar un gobierno retrógrado representante de las clases altas? Lo siento, pero no estoy simplificando nada. Esto es así.

Nuestros derechos desaparecen, pero nos contentamos con tener un día más de sueldo. Vale que yo pueda ser egoísta, pero sacrificar un día de sueldo frente al de 5 millones de personas que lo sacrifican todos los días no me parece para tanto, señores españoles. Estar un día sin consumir ni comprar tampoco. Que en eso consiste una huelga general. NO ES TAN GRAN SACRIFICIO. Y parece que la población hace un favor a aquellos que se manifiestan, cuando por quienes están luchando es por el bienestar humano de todos.

Estoy enfadado. Y sin ganas de luchar. España me parece un hoyo de mierda, que en gran parte se lo ha buscado. Me parece cruel por mi parte decir esto, porque, como siempre, hay quienes no se lo merecen y son víctimas de una mayoría. Pero las cosas están muy mal. Y se sigue pensando en el Partido Popular como salvador, y en Mariano Rajoy como mesías (POR FAVOR, QUE ES DE CHISTE). Hasta por DIOS, si queréis, no es tan difícil ver que eso no está bien. La situación en la que estamos no es la correcta. España está poblada por ignorantes y mimados estúpidos que no saben mirar más allá de su propio interés. Y así nos van las cosas.

Espero que las cosas mejoren. Por aquellos pocos que lo merecen. Pero la verdad es que el ser humano, con todas las facilidades que tiene a su alcance, resulta experto en joder el mundo. Un país desarrollado como el nuestro no necesita más que a un 0.01% de cabrones en las altas esferas para acabar con un estado de bienestar del que tantos se benefician. Es penoso. Y debería hacer replantearnos a todos cómo dejamos que personas así lleguen tan lejos.

Cansa.

Supongo que he sido demasiado negativo todo el rato. Ha llegado el momento de lanzar un mensaje de optimismo, porque hay solución par todo problema, por oculto que se encuentre.
Las cosas pueden ser mucho mejores de lo que nos hacen pensar, y más fáciles de conseguir. Todos podemos ser ricos, vivir bien, ser felices y comer perdices. El problema radica en que el virus por el que pensamos que no podemos hacer grandes hazañas infecta a personas de todos los continentes. Pero una población con ética, buenas intenciones y ganas de trabajar podría con todo. ¿Suena utópico? El Cristianismo y el Islam dominan gran parte del planeta, y ambas son historietas de mierda (con perdón). La voluntad de todos sumada a una meta mundial positiva no es tan increíble. Es escandalosa y ridículamente posible. Toda persona humana nace sin maldad. De ahí la importancia de una buena y sana educación. ¿En serio suena a locura? ¿No es esa la auténtica locura?

Se puede. Qué demonios, no lo impersonalizaré. Podemos. Al más auténtico espíritu Obama (aunque espero que haciendo más y diciendo menos). ¿No lo pensáis así? Espero que sí. Sé que sí.